Luego de pasar un periodo de tiempo contemplando como podía compartir esta interesante historia con ustedes, he decidido escoger el mes de agosto para comentar sobre la experiencia de Jason McElwain y su equipo en el 2006. Jason es un joven autista que vive para el baloncesto y a raíz de su afición, colaboración e interés fue nombrado gerente del equipo de su escuela secundaria en el estado de Nueva York por el dirigente del equipo.
En repetidas ocasiones, los fanáticos de los “Trojans” (el equipo de la escuela) observaron como Jason soltaba sus emociones en el tabloncillo en medio de cada juego y en un periodo de tres años se perdió un solo juego. En el juego final de la temporada del 2006, el dirigente le permitió a Jason utilizar uniforme y participar como jugador del equipo, algo que para este chico era más que un premio. En el periodo final del juego y con una ventaja considerable, el dirigente decidió darle la oportunidad a Jason para que entrara al juego, causando una conmoción entre los fanáticos del equipo. Vistiendo el número 52, Jason falló sus primeros dos intentos al canasto pero luego logró anotar 20 puntos en 4 minutos para lograr ser el mejor anotador de los ‘Trojans’ en el juego. Al ver el video del juego, prácticamente podemos palpar la alegría de todos los fanáticos al ver la confianza con la que Jason cierra el juego con un canasto de tres puntos al sonar la chicharra.
La historia de Jason tiene mucha pertinencia para las organizaciones y para los individuos en estos momentos. Muchas empresas tienen empleados que esperan el momento de ‘ponerse el uniforme’ y ‘entrar a juego’ como Jason, necesitando solo una oportunidad para demostrar que en realidad tienen el potencial de desempeñarse en múltiples áreas (y bien). Muchas de estas organizaciones deben mirar su ‘banco’ de talentos para reconocer que todos sus componentes tienen capacidades y potencialidades a punto de ser compartidas, que muchas veces están sirviendo solo de asistentes y de espectadores.
Jason McElwain es más que un ejemplo de superación, es la evidencia de todas esas oportunidades únicas, especiales e inesperadas que rinden frutos positivos. Aún fallando sus primeros dos intentos, Jason continuó tirando al canasto, entendiendo que esa oportunidad era digna de aprovechar y que al final rindió frutos para él y para todos los que seguimos impresionados con su historia. Porque muchos de nosotros nos sentimos cómodos en el ‘banco’ y no estamos preparados para esa oportunidad dorada en la cual nos toque demostrar nuestro talento. Otras veces creemos que nos merecemos estar en el ‘juego’ y resentimos a todos los que participan del mismo (incluyendo a los líderes), negándonos a cooperar y a servir de facilitadores como Jason lo hizo antes de ese último partido.
Debemos estar siempre listos para brillar en nuestro momento y para evidenciar nuestro potencial y talentos. Además, debemos de enfatizar nuestra preparación para ese momento y no enfocarnos en cuando va a llegar. Por eso debemos tomar a Jason como modelo y mientras esperamos nuestras oportunidades, continuar disfrutando de la vida, aprovechando nuestra participación, apoyando a los demás y puliendo nuestras destrezas. Espero que este ejemplo nos ayude a mantener el optimismo y a identificar nuestras oportunidades cuando se nos presenten, para poder aprovecharlas al máximo siempre con el ‘uniforme’ puesto.
Comparto contigo la historia de Jason en un corto video aquí;
http://www.youtube.com/watch?v=Ek1iIOTsiRo
“Las oportunidades a veces vienen disfrazadas de mucho trabajo, por eso no todo el mundo las reconoce”
- Ann Landers